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miércoles, 27 de agosto de 2014

Abrazo

Iban a despedirse ya, tras otro día compartido, cuando el viento le trajo unas tímidas y casi inaudibles palabras a sus oídos, como si viniesen de muy lejos.
- Te quiero.
- ¿Cómo? - preguntó ella.
- Sí... te quiero. Mucho. - repitió él.
- ¿Me quieres? ¿Qué dices? ¿Por qué dices eso? ¿Cómo sabes que me quieres?
- No sé... te he cogido cariño, me siento bien a tu lado, me encanta hablar contigo, estar contigo...
- Me alegro, porque yo también me siento bien estando contigo.
Él esbozó una leve sonrisa. Ella siguió diciéndole...
- A mí también me gusta hablar contigo, reír contigo... compartir momentos, y por supuesto, en ese sentido también te quiero.
- Pero... ¿sientes algo por mí?
- Claro. Amistad, cariño, confianza...
- Yo me he enamorado de ti... - se atrevió a decirle él, con unos ojos brillantes, mirando los suyos.
- No. No es así. No has podido enamorarte de mí.
- Sí. Lo he hecho. Me encantas...
- No. Eso no es amor. Puede que te guste, puede que lo pasemos bien cuando estamos juntos, que te sientas bien conmigo, pero no tiene por qué ser amor.
- No sé si es amor o no... Lo que sí sé es que te quiero...
- Y saberlo me hace sentir bien, y te agradezco que me lo hayas dicho. Yo también te quiero, de verdad, pero no siento nada más allá del cariño que hemos compartido hasta ahora.
Él bajó la mirada. - Lo siento... - se disculpó ella.
- Nada. No te preocupes. Es culpa mía. He vuelto a confundir sentimientos, y a encapricharme de una amiga a la que quiero mucho.
Al decir esto, se rompió la capa que sostenía sus lágrimas, y estas brotaron sin control.
- Jo... lo siento. No quiero que te sientas mal. No quiero que sufras por mí... - le dijo ella, pues no quería hacerle daño -. Míralo de este modo: ahora ya me lo has dicho, ya conozco tus sentimientos, y no podrás arrepentirte de no haberlos expresado nunca. No tienes que sentirte mal, ni avergonzado, pues es algo bonito. Y quiero que sepas que aquí seguirás teniendo a la misma amiga que hasta ahora.
- Gracias... - dijo él, ya sollozando.
Ella, entendiendo cómo se sentía, le dio un largo abrazo, posiblemente el primero desde que se conocían, y luego le besó en la mejilla.
- Eres un encanto...
Fueron las últimas palabras que ella pronunció, con una gran sonrisa, para cerrar ese momento tan especial para él, mientras le daba la espalda y se marchaba, como dejando el escenario tras la escena final de una función teatral.

Quizá ese momento no había sido más que eso, el último acto de una función teatral en la que todo estaba ya escrito.
Quizá ese momento no había sido más que un sueño, pues, en la realidad, las muestras de un amor no compartido se convierten en burlas, desprecios, vejaciones hacia quienes intentan expresar sentimientos.
O quizá realmente tenía una amiga que valía la pena, alguien especial que lo entendía, comprendía su sentimiento y, a su modo, lo quería.

Deseaba que así fuese.

Permaneció un tiempo casi inmóvil, allí parado, mirando el suelo, hasta que pudo volver a levantar levemente la cabeza y empezar a andar hacia su casa.
No sabía qué le deparaba el mañana, pero sí lo que no iba a suceder.

Un sueño menos que intentar hacer realidad.
Una noche más en vela, sin poder soñar.

Se le estaban terminando los sueños a causa de tantas noches en vela.

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