Insignia identificativa de Facebook

miércoles, 21 de febrero de 2018

CARTA ABIERTA DE UN LESIONADO

Carta a las personas que no tienen Espondilolistesis 

Tener espondilolistesis significa que cambian muchas cosas. Y gran cantidad de ellas no resultan perceptibles para los demás. Al revés que cuando se sufren heridas como consecuencia de un accidente, mucha gente no sabe ni siquiera un poco de la espondilolistesis y sus efectos, y entre aquellos que creen saber algo, hay muchos que, en realidad, están mal informados.
Con la intención de informar a aquellos que desan entender... estas son una serie de cuestiones sobre mí, que me gustaría que entendieras antes de juzgarme...
-Entiende, por favor, que estar enfermo no significa que no sea un ser humano.
He de pasar la mayor parte del día en medio de considerables dolores y cansancio, y si me visitas, probablemente no pareceré divertirme mucho contigo, pero estoy sujeto a este cuerpo. Todavía me preocupo de estudiar o trabajar y de mi familia y mis amigos y, normalmente también me interesarán los tuyos.
-Entiende, por favor, la diferencia entre "feliz" y "saludable". Cuando tienes gripe, probablemente te sientas muy desgraciado. Yo he estado enfermo durante años. No puedo sentirme desgraciado contínuamente.
De hecho, me esfuerzo duramente para no sentirme desgraciado. Así que si estás hablando conmigo y parezco feliz, eso significa que estoy feliz. Eso es todo.
No significa que no tenga grandes dolores o que no esté extremadamente cansado, o que me encuentre mejor, o cualquier cosa de esas.
No digas "Oh, se te nota mucho mejor!". No se me nota mejor. Se me nota feliz. Si quieres hacer comentarios sobre esto, te los agradeceré.
-Entiende, por favor, que poder permanecer de pie diez minutos, no significa necesariamente que pueda permanecer de pie veinte minutos o una hora. Y, que ayer me las arreglase para permanecer de pie treinta minutos, no significa que hoy pueda hacerlo. Con muchas enfermedades o estás paralítico o puedes moverte. Con esta, todo resulta más confuso (Por favor, repite el párrafo anterior, pero sustituyendo "permanecer de pie" por "estar sentado", "andando", "pensando", "siendo sociable", etc... Sirve para cualquier cosa.
Esto es lo que la espondilolistesis hace contigo.
-Entiende, por favor, que la espondilolistesis es variable, es muy posible (para mí es muy común) que un día pueda ir al parque y volver y al siguiente tenga problemas para llegar a la cocina. Por favor, no me ataques cuando estoy enfermo diciendo "Pero si lo hiciste antes"!, si quieres que haga algo, pregúntame si puedo hacerlo. En esta línea, puede suceder que tenga que cancelar una cita en el último minuto. Si esto sucede, no te lo tomes como algo personal.
-Entiende, por favor, que "salir y hacer cosas" no siempre me hace sentir mejor, y puede frecuentemente, empeorarme seriamente. Decirme que necesito un aparato de gimnasia, o que tan sólo necesito perder (o ganar) peso, apuntarme a aquel gimnasio o probar aquellas clases... puede frustrarme hasta hacerme llorar, y no es cierto. Si fuera capaz de hacer tales cosas No sabes que las haría? Estoy trabajando con mi doctor y mi fisioterapeuta y ya estoy haciendo el ejercicio y la dieta que se supone que tengo que hacer. Otra afirmación que hiere es "Lo que tienes que hacer es exigirte más, hacer más ejercicio...". Obviamente la espondilolistesis está directamente relacionada con los músculos y puesto que nuestros músculos no se reparan del mismo modo que lo hacen los tuyos, eso perjudica más que beneficia y puede dar lugar a que una actividad simple requiera días o semanas de recuperación. Asimismo, la espondilolistesis puede causar una depresión secundaria (No te deprimiría estar dolorido y exhausto durante años sin término?) pero no es causada por la depresión. -Entiende, por favor, que si digo que tengo que sentarme, tumbarme, tomar tales píldoras ahora, tengo que hacerlo ahora. No puede ser pospuesto u olvidado sólo por que esté fuera (o por la razón que sea). La espondilolistesis no olvida.
-Si quieres sugerirme un remedio, no lo hagas. No es por que no aprecie tu buena voluntad o por que no quiera ponerme bien. Es por que prácticamente cada uno de mis amigos me ha sugerido algo en algún momento. Al principio lo intenté todo, pero luego me di cuenta de que estaba gastando demasiada energía en cosas que me hacen sentirme más enfermo, en vez de mejor. Si hubiera algo que curase, o simplemente ayudase, toda la gente con espondilolistesis lo sabríamos. No se trata de que haya una conspiración de las compañías farmacéuticas. Es que hay una comunicación en todo el mundo (dentro y fuera de internet) entre la gente con espondilolistesis , tal que si algo funcionase, lo sabríamos inmediatamente.
-Si después de leer esto, todavía quieres sugerirme algún remedio, hazlo. Pero no esperes que me lance a intentarlo. Escucharé lo que me digas y lo discutiré con mi doctor. En muchos sentidos, dependo de ustedes, los que no están enfermos. Necesito que me visiten cuando estoy demasiado mal para salir. A veces necesito que me ayuden en la compra, la cocina o la limpieza. Puedo necesitar que me lleven al doctor, o al fisioterapeuta. También los necesito en otro nivel... son mi contacto con el exterior. Si no me visitan, puedo no conseguir verlos. ... y, en la medida de lo posible, necesito que me entiendas. Aún así siempre habrá alguien que te diga que está peor que tú.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Tren

Hace frío. El lucero del alba lucha con los primeros rayos de un sol que todavía se despereza, adormilado. Se le acabó el chollo. Hoy es solsticio, y a partir de ahora le tocará levantarse cada día unos minutos más temprano.
Es lo que tiene ser el responsable de cada amanecer; no puedes decepcionar a los noctámbulos que esperan ansiosos tu llegada.

La caminata es más ardua en esta época del año, pero también se disfruta más. Todo placer es mayor cuanto mayor es el sacrificio por lograrlo.
El sonido de la estación se convierte en algo inconfundible, por muy pequeña que esta sea. Bullicio entre las idas y llegadas, abrazos y despedidas, sonrisas y lágrimas. Llamadas a embarques y desembarques, gente que va, gente que viene.
Sentimientos que se entremezclan en el ambiente gélido. Alegrías al reconocer una cara de antaño, manos levantadas en un adiós con fecha de caducidad demasiado lejana. Algunas miradas al suelo, vacías. Tristezas por ausencias venideras.

El trasiego y las prisas de los pasajeros rezagados cargados hasta los topes contrasta con la parsimonia y sosiego de los viejos viajeros, cuyas livianas maletas de piel y cuero van repletas de recuerdos y olvidos, de momentos vividos e instantes perdidos en la memoria, que ocupan poco, y pesan menos.
Cruzo alguna mirada. PBrillantes unas, entusiastas, para las que seguro paso desapercibido mientras bajan de los últimos vagones del recién llegado convoy. Resecas las otras, ausentes, esperando resignadas su partida.
Parecen decirme algo...

Última llamada al tren, mientras busco en los bolsillos la razón por la que marchar.
La encuentro en un banco, abrazada. En una fría despedida repetida. Al cerrar mis ojos. Entre lágrimas. En palabras no pronunciadas. Escritas. En mi más roído interior.


El tren de la última oportunidad pasó de largo, sin parada en la estación fantasma del fracaso.
El humo negro del carbón se fue alejando, mientras queda en el andén el billete a un destino incierto. Pero aún sabiendo que esa estación de ambos nos esperaría fuera de nuestro círculo, de nuestra vida...


Ahora, con el corazón abierto y el alma cerrada, férrea en apariencia, ignoro por qué ese último tren perdido fue a descarrilar sin ocupar en él mi lugar, con el chirriar de los frenos como último suspiro.
Pero en las vías esperanzadoras por el tiempo quedaron esparcidas ilusiones rebeldes y proyectos con magia, huidas sin rumbo y maletas de cuero, cerradas y ocultas. 

miércoles, 27 de agosto de 2014

Abrazo

Iban a despedirse ya, tras otro día compartido, cuando el viento le trajo unas tímidas y casi inaudibles palabras a sus oídos, como si viniesen de muy lejos.
- Te quiero.
- ¿Cómo? - preguntó ella.
- Sí... te quiero. Mucho. - repitió él.
- ¿Me quieres? ¿Qué dices? ¿Por qué dices eso? ¿Cómo sabes que me quieres?
- No sé... te he cogido cariño, me siento bien a tu lado, me encanta hablar contigo, estar contigo...
- Me alegro, porque yo también me siento bien estando contigo.
Él esbozó una leve sonrisa. Ella siguió diciéndole...
- A mí también me gusta hablar contigo, reír contigo... compartir momentos, y por supuesto, en ese sentido también te quiero.
- Pero... ¿sientes algo por mí?
- Claro. Amistad, cariño, confianza...
- Yo me he enamorado de ti... - se atrevió a decirle él, con unos ojos brillantes, mirando los suyos.
- No. No es así. No has podido enamorarte de mí.
- Sí. Lo he hecho. Me encantas...
- No. Eso no es amor. Puede que te guste, puede que lo pasemos bien cuando estamos juntos, que te sientas bien conmigo, pero no tiene por qué ser amor.
- No sé si es amor o no... Lo que sí sé es que te quiero...
- Y saberlo me hace sentir bien, y te agradezco que me lo hayas dicho. Yo también te quiero, de verdad, pero no siento nada más allá del cariño que hemos compartido hasta ahora.
Él bajó la mirada. - Lo siento... - se disculpó ella.
- Nada. No te preocupes. Es culpa mía. He vuelto a confundir sentimientos, y a encapricharme de una amiga a la que quiero mucho.
Al decir esto, se rompió la capa que sostenía sus lágrimas, y estas brotaron sin control.
- Jo... lo siento. No quiero que te sientas mal. No quiero que sufras por mí... - le dijo ella, pues no quería hacerle daño -. Míralo de este modo: ahora ya me lo has dicho, ya conozco tus sentimientos, y no podrás arrepentirte de no haberlos expresado nunca. No tienes que sentirte mal, ni avergonzado, pues es algo bonito. Y quiero que sepas que aquí seguirás teniendo a la misma amiga que hasta ahora.
- Gracias... - dijo él, ya sollozando.
Ella, entendiendo cómo se sentía, le dio un largo abrazo, posiblemente el primero desde que se conocían, y luego le besó en la mejilla.
- Eres un encanto...
Fueron las últimas palabras que ella pronunció, con una gran sonrisa, para cerrar ese momento tan especial para él, mientras le daba la espalda y se marchaba, como dejando el escenario tras la escena final de una función teatral.

Quizá ese momento no había sido más que eso, el último acto de una función teatral en la que todo estaba ya escrito.
Quizá ese momento no había sido más que un sueño, pues, en la realidad, las muestras de un amor no compartido se convierten en burlas, desprecios, vejaciones hacia quienes intentan expresar sentimientos.
O quizá realmente tenía una amiga que valía la pena, alguien especial que lo entendía, comprendía su sentimiento y, a su modo, lo quería.

Deseaba que así fuese.

Permaneció un tiempo casi inmóvil, allí parado, mirando el suelo, hasta que pudo volver a levantar levemente la cabeza y empezar a andar hacia su casa.
No sabía qué le deparaba el mañana, pero sí lo que no iba a suceder.

Un sueño menos que intentar hacer realidad.
Una noche más en vela, sin poder soñar.

Se le estaban terminando los sueños a causa de tantas noches en vela.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Esta madrugada

Cabizbajo, llegué por fin a casa. No había sido una buena noche, seguramente como consecuencia de mi estado de ánimo, casi nulo. Desde un tiempo a este momento presente, nada era como antes. Todo había cambiado. Sobre todo yo. Cuanto acontecía a mi alrededor lo vivía como un sueño, como un mero espectador, incapaz de hacer nada por cambiar lo que sucedía. Aún cuando me daba la circunstancia de poder sentirme despierto, vivo, no tardaba en agazaparme y protegerme de nuevo en mi mundo, no del todo ideal, aunque fuese el mío.

Dejé la frialdad en el umbral, al lado de algunos sentimientos que habían quedado allí como restos de tiempos mejores. No es que me gustase mostrarme frío a los demás, pero sin esa protección creía desnudas emociones que no quería mostrar, pues nunca fue bueno que surgieran al exterior.
Sin saber muy bien por qué sentía tal necesidad, reuní mis pensamientos para escribir y empecé mi relato: "Cabizbajo, llegó por fin a casa. No había sido una buena noche..."

En esta madrugada no puedo, o no sé, terminarlo. Me dije que quizá lo haría en otra de esas solitarias noches que tanto se repetían, pero en mi interior deseaba nunca acabar de escribirlo. Olvidarlo, destruirlo, dejar de sentirme identificado en cada palabra.
Relato

jueves, 17 de abril de 2014

Balanza

En estos tiempos, la equidad era cosa difícil. Dar lo necesario a cada cual, recibir de igual modo, no eran hechos corrientes. Tampoco repartir, aun momentos; o formar parte de ellos.
La justicia nunca ha sido una característica que defina ese espacio de tiempo llamado vida.
Tampoco algo innato a las personas, incluso a aquellas que creen llevarla por bandera.
Subsanar errores es cada vez más raro. Casi tanto como aceptar los propios.
Y el peso de las cosas realmente importantes ha dejado de ser tal, dando paso a quizá pesados y, de igual modo, absurdos valores.

Bajó de sus pensamientos, aun sin haber sido consciente de subir hasta ellos.
También su mirada descendió bruscamente, y volvió a enfocar el trabajo que había comenzado unos momentos antes.

La balanza parecía rota.

No conseguía ver claramente a qué era debido, pero no realizaba su función correctamente.
El equilibrio que reinaba en ella cuando ambos lados yacían vacíos se había quebrado y, ahora, siempre pesaba más uno de ellos. Solía pasar algo así en muchas balanzas. Y casi siempre era el mismo lado el que cedía. Aquél que más peso había soportado. Incluso en aquellas balanzas que llevaban lustros funcionando y cuya precisión era alabada por muchos ocurría, últimamente, este mismo hecho.

La solución, aparentemente fácil, era equilibrarlas y, acto seguido, limpiarlas y engrasarlas para que su precisión fuese perfecta. Pero algunas de ellas, a pesar de estos y otros cuidados, se resistían a volver a ser el símbolo de equilibrio, justicia y equidad para el cual habían sido construidas e inevitablemente, sin remedio alguno, eran desechadas, o guardadas en un olvidado rincón.


Cogió la taza de café, que siempre tenía en la mesa, a mano derecha.
Nunca se había preguntado el por qué de su profesión. Reparar balanzas. Había quienes decían que el hecho de reparar ya era de por sí valioso. Todavía más si se trataba de algo tan útil.

Dejó la taza tras beber unos tragos, y se levantó con dificultad. Desde hacía un tiempo cojeaba de la pierna izquierda. Era como si, por algún motivo, soportase más peso del esperado, como una balanza quebrada. Dirigió la mirada a la techumbre del barracón en el que pasaba tantas horas de su vida, como buscando alguno de sus pensamientos revoloteando alrededor.

"¿Por qué no pondrían el corazón en el centro del cuerpo, para aguantar mejor su peso?" - se preguntó.
"Quizá para que, alguien, al igual que tú eres capaz de reparar balanzas, equilibre un alma rota..." - le pareció escuchar vagamente, sin distinguir si la respuesta venía de su interior.

Algo le hizo mirar la balanza, encima de la mesa.
Ciertamente, casi todo puede repararse una vez conocida la causa del daño sufrido. Aunque, a veces, cuesta.

sábado, 29 de marzo de 2014

Pasión por entrenar

Cuando vemos como un entrenador sufre, gesticula, suda, grita, corrige...en un banquillo, es por la pasión y sentimiento que transmite desde su situación.

Se dice que la profesión de un entrenador, es muy vocacional, es innata, y yo estoy totalmente de acuerdo. Un entrenador nace con esa pasión por el banquillo. Sino no se entendería cómo sufriendo lo que sufre, quiere continuar entrenando y entrenando.

Es una profesión muy injusta, porqué siempre es criticada, siempre está enjuiciada, siempre está observada y de la cual todo el mundo opina. Y en mucho de los casos con mucha facilidad.

Un entrenador recibe críticas y comentarios desde los parámetros y entornos que rodean al fútbol. De los jugadores que no juegan, de los medios de comunicación, de los directivos, de los aficionados, de los directores deportivos... Todo el entorno que rodea al entrenador está en su "derecho" de criticar al entrenador.

Y con todo ello, los entrenadores sentimos tanta pasión por nuestra profesión, que nuestra máxima ilusión es, temporada tras temporada, entrenar a un equipo de fútbol.

Tenemos esa pasión, por conseguir un buen resultado, por conseguir un buen juego de tu equipo, por conseguir que tu plantilla mejore, por conseguir logros colectivos...por conseguir que tu equipo realice lo que tu entrenas y preparas.

Las personas que no han entrenado nunca, jamás podrás saber lo que siente un entrenador cuando consigue sus objetivos. Cuando observa en el terreno de juego, que se realiza lo preparado y trabajado. 

Ese sentimiento de satisfacción, sólo se consigue con pasión. Es una profesión que necesita tanta cantidad de pasión, que se hace muy vocacional. Muy personal.

Cuando todos están alegres por una victoria, el entrenador ya piensa en el siguiente partido. Cuando el jugador sólo piensa en jugar él, el entrenador piensa por veinte. Cuando el equipo va mal, el entrenador es el que más sufre. Cuando hay malos resultados, el entrenador es juzgado...

Todo es muy personal, todo es muy afectivo... Por lo tanto necesita mucha pasión. Porqué la pasión puede con todo...

sábado, 11 de enero de 2014

Nada más...

Hoy estoy triste. Nada más. Sólo triste.

Me abruma que vengan a mi mente recuerdos que nunca han existido, torturándome con momentos no vividos.
Me entristece envidiar sonrisas ajenas, como si fuesen algo innato de quienes son felices. Quiero creer que no es así.
Vivir por vivir, dormir para intentar escapar de la realidad, beber para olvidar. Es triste, lo sé. Quizá por eso mi tristeza.
Quiero perder la costumbre de derramar lágrimas innecesarias, de creerme víctima siendo mi propio verdugo.
Quiero aprender a sentir sólo cuando sienta. Y dejar de hacerlo cuando no sea así. Ser incapaz de ello es algo que me tortura.
Los rechazos producen dolor, cierto, pero es ínfimo comparado con la angustia que permanece en quien sufre un desprecio. Noches en vela.
Inevitable pensar en todo el tiempo perdido. ¿Acaso sufrir, llorar o sentir no es también vivir?
Siempre se valoran más las opiniones del resto, sobretodo de quienes apreciábamos y creíamos nos tenían similar estima. Craso error. No es fácil sopesar sentimientos.
Llevo tiempo reparando mi balanza de valores, quebrada por aquel cuyo peso fue demasiado grande como para soportarlo. Pero de nada sirve hacerlo si sigo errando el lado en el que colocar cada uno de ellos.
Gratitud en las pequeñas cosas. Esas casi siempre ignoradas pero sin las que no podrías seguir adelante. Y en las grandes personas.
Metas que sean tales una vez alcanzadas, más que puntos a los que llegar obstinadamente. Es necesario valorar lo conseguido antes que frustrarse por lo no logrado.
Y es que es fácil auto compadecerse, sentirse desgraciado. Lo difícil es luchar, seguir, continuar. Caminar, aunque sea a paso lento.

He dicho que hoy estoy triste. También cansado. Me duele, pero es la verdad. Creo que ayer dije lo mismo. Ojala mañana no sienta como hoy.
Mañana... mañana quiero cambiar esas palabras que tantas veces repetí, y dediqué, y todo lo que esas cuantas letras significan. Esas palabras ignoradas, rechazadas, despreciadas... y, aún así, tan bellas, y valiosas...
Mañana... mañana quiero decir que ME quiero...
ME necesito...

Nada más...